Por empezar, todo el mundo considera que hay un amor verdadero y un amor falso: uno es sincero y desinteresado y el otro hipócrita y por conveniencia.
Es creencia común que el amor verdadero es eterno, o por lo menos hasta que “la muerte nos separe”, con lo cual habrá que esperar a morirse a ver si hubo o no amor verdadero. Tal vez el amor “más” eterno sea el que une a madre e hijo, que suele trascender los límites de la muerte. En el caso del amor de pareja, el dejarse de amar no significa que no haya habido amor verdadero. Lope de Vega había dicho que “no quiso la lengua castellana que de casado a cansado hubiese más de una letra de diferencia», y la etología animal demostró esta posibilidad cuando constató que hasta los simios se cansan de su pareja.
También ocurre algo similar cuando se trata simplemente de sexo. Según un relevamiento de Second Love, una red de citas extra matrimoniales, más del 70% de los usuarios consultados sostienen como máximo durante tres meses un romance y luego cambian de amante, sobre todo cuando uno de los integrantes de la relación comienza a exigir más que encuentros íntimos. Sin embargo, en cuatro de cada diez casos se retoma el vínculo (Infobae.com, 5/9/17).
Muchos también están convencidos que el amor verdadero es exclusivo. En especial en las parejas, se ama verdaderamente sólo cuando se ama a una sola persona. Sin embargo, la madre ama a todos sus hijos por igual, o al menos eso dice para no sentir culpa o para que nadie se queje porque siempre hay un preferido, y si se interesa más por uno que por otro, será porque está “más necesitado” y no porque lo ame más. Incluso aunque la madre les regale exactamente el mismo chupetín a los hijos, cada hijo siempre querrá el chupetín que le regalaron al otro.
Los padres pueden preferir un hijo porque es quien más se parece a ellos, y por eso el preferido del hombre- lobo será seguramente el séptimo hijo varón, porque es quien más se parece a lo que ellos quisieron ser, o porque es del sexo opuesto.
La cosa se complica en el amor conyugal: se puede amar a dos personas pero se elige a una, se puede amar a una persona pero se elegirán a dos (la segunda es la amante), se puede amar a una persona pero se elegirá a otra (porque la otra no corresponde al amor, porque hay una imposición familiar de por medio, porque aún estando enamorados la merluza y el pájaro, no pueden vivir juntos ), se puede amar a una persona y no elegir a ninguna (votos de castidad), y se puede amar a dos personas y elegir a ambas (como en los ménage a trois retratados por algún film francés en los albores de la posmodernidad).
Todos ansiamos que nos amen exclusivamente. Conocí a una chica que conocía a un Don Juan con muchas mujeres. Pero ella no quería ser una más, sino la única. Y entonces se hizo amiga del Don Juan pasando a ser su única amiga, otra forma de ser única y valga la redundancia.
Otra creencia que da vueltas por ahí es que el amor verdadero es muy intenso (no confundir con el amor profundo), y entonces, si se trata de amor cualquier exceso es bueno. La creencia del amor verdadero como amor intenso puede tener su origen en que habitualmente los primeros tiempos son muy fogosos y luego la fogata va perdiendo intensidad (pero no profundidad), lo que algunos interpretarían como que no era amor verdadero.
Sea que se trate de amor superficial o profundo o de amor intenso o débil, lo cierto es que el amor, al igual que la electricidad, la masa o la velocidad puede ser mayor o menor. De hecho puede variar a lo largo del tiempo como cuando uno dice “la amo cada vez más”, y puede ser diferente dentro de la pareja. No existe ninguna pareja donde ambos se amen igual, porque siempre habrá uno que ame más al otro, una diferencia que casi nunca es motivo de preocupación: les basta saber que el amor que se prodigan es suficiente para mantenerse unidos.
Y hay más creencias, como aquella que sostiene que en el amor verdadero todo se comparte. No hablamos aquí de compartir cosas como la cama, el mate, las alegrías o las tristezas, sino de compartir información: deben contarse todo, incluso los secretos inconfesables, las fantasías más íntimas o las contraseñas de sus correos electrónicos, porque los ocultamientos tienen el desagradable aroma de la traición.
Sin embargo, una cosa es la intimidad de la pareja, importante y deseable, y otra cosa la intimidad personal de cada uno de ellos, igualmente importante y deseable o, cuanto menos, inevitable. Toda pareja debiera ser un trío: yo, ella y nosotros. Yo, o ella, hacen solos sus necesidades sólidas: esto también es la intimidad personal.
La creencia de que el amor trae la felicidad tiene sus vericuetos. Hay quienes sostuvieron que uno no debía casarse para ser feliz, sino primero ser feliz para después formar una pareja exitosa. ¿Quizás para ser “más” feliz? Finalmente, y en relación con lo anterior, circula también la creencia que el amor debe ser desinteresado, lo cual es bastante relativo porque al amar estamos también necesitando del otro para que nos cuide, nos hable o nos ame, lo cual no significa que nuestro amor sea falso.
Pablo Cazau
Muy ricas y bien ejemplificadas las diferentes creencias sobre el amor. Casi de acuerdo en todas. Un gran saludo Pablo!!
Gracias Stella. No hay dos personas que opinen exactamente lo mismo sobre estas cuestiones. Saludos