La CRISIS O ATAQUE DE PÁNICO es la aparición temporal y repentina de un malestar y miedo intensos, acompañado de una serie de síntomas que alcanzan su máxima expresión en los primeros 10 minutos, los cuales pueden ser:
1. Palpitaciones o taquicardia.
2. Sudoración.
3. Temblores o sacudidas.
4. Sensación de ahogo.
5. Sensación de atragantamiento.
6. Opresión o malestar torácico.
7. Náuseas o molestias abdominales.
8. Inestabilidad, mareo o sensación de desmayo.
9. Desrealización o despersonalización.
10. Miedo a volverse loco o descontrolarse.
11. Miedo a morir.
12. Parestesias (hormigueos o entumecimientos).
13. Escalofríos o sofocaciones.
El DSM IV dice que hablamos de Ataque de Pánico ante la aparición de 4 (cuatro) o más de estos síntomas y que afecta a 1 de cada 30 personas (o sea, más de 1.000.000 de personas en Argentina).
Cuando ocurre un ataque de pánico, la persona queda con el temor de que le vuelva a ocurrir. Así es como el episodio se asocia con situaciones, personas, lugares, etc. donde ya ocurrió (miedo al miedo).
Ante la posibilidad de que le vuelva a ocurrir, utiliza el mecanismo de la EVITACIÓN (evita los lugares o situaciones donde lo sintió alguna vez) con el objetivo de que ese malestar tan intenso no se vuelva a provocar, y si se provoca, no estar solo ni sentirse desamparado, sintiendo como que nadie podrá ayudarlo. Luego esa evitación se va extendiendo a otros lugares y situaciones.
Cuando hubo más de 2 ó 3 episodios y la persona no ha tenido la contención médico/terapéutica apropiada, es posible que se instale en forma de “Trastorno de Pánico”, es decir, que persista en el tiempo, activado por los propios mecanismos psíquicos inadecuados de la persona sin los recursos necesarios para ponerle fin, produciendo así un “circuito vicioso”.
La persona que padece un Trastorno de Pánico cuando está teniendo la crisis siente que se va a morir, desmayar, descontrolar o enloquecer. Como el ataque le provoca un malestar tan intenso y no sabe a qué se debe ni por qué siente lo que siente, entonces comienza a generar pensamientos e interpretaciones negativas, de tipo catastrófico (distorsiones cognitivas). Esto hace que la ansiedad aumente y los síntomas se intensifiquen.
La persona no sólo consulta las guardias médicas o llama a las emergencias cuando está atravesando la crisis, sino que luego de una crisis también persiste la preocupación acerca de las causas de sus malestares, sumado al temor de un nuevo episodio, por lo que también son frecuentes las consultas médicas a distintos especialistas buscando explicación de lo ocurrido y de lo que pudiera ocurrirle porque “puedo morir de un ataque al corazón”, “puedo enloquecer”, “puedo descontrolarme o desmayarme”.
La mayoría de las crisis de pánico ocurren “en silencio” y pasan desapercibidas para quienes están a su alrededor, a menos que la persona manifieste abiertamente que “se siente mal”. Es habitual que la persona no se anime a contar lo que le está sucediendo por temor a que lo crean loco, porque los demás no lo notan.
Esta ocultación es lo que ha demorado en muchos casos que se efectúe un diagnóstico preciso, mientras la persona pudo haber pasado años con padeciendo estos síntomas. Pero la ocultación se efectuaba dado que había mucho desconocimiento acerca de este cuadro clínico, y muchas veces al acudir a una consulta médica o sus propios familiares o amigos le decían “son los nervios” o “estás estresado”.
En la actualidad este cuadro clínico está descrito, tiene un tratamiento y las personas pueden recuperarse en un altísimo porcentaje.