Porqué discutimos

Discuten los derechistas y los izquierdistas, los abortistas y los antiabortistas, los provacuna y los antivacuna. Muchos motivos nos llevan a discutir, que incluso pueden ser diferentes en dos personas que discuten entre sí.

Algunos discuten sólo para pelearse, lo que puede servirles para liberar un exceso de agresividad por una vía socialmente aceptable. O sea, para no agarrarse a las piñas. También pueden hacerlo para lucir su agresividad, para impresionar a alguien que los observa, para atacar a quienes odian o para conseguir prosélitos.

Otros discuten para confrontar sus ideas con el otro,y aquí encontramos dos grandes tipos de discusión: la improductiva, donde nadie estará dispuesto a cambiar sus opiniones frente al otro, y la productiva donde flota la posibilidad de cambiar las propias, aunque sea mínimamente.

Por más evidencia en contra que haya, ni los provacunas ni los antivacunas cambiarán sus opiniones, Así somos de irracionales (yo soy el irracional provacuna).

Sin embargo, aquí no termina el problema. Existen seguramente discusiones donde ambos buscan la verdad aunque para ello deban sacrificar sus creencias, pero no es el caso de la mayoría de las discusiones donde cada cual defenderá su propia “verdad” a rajatabla porque por algún motivo le conviene. Se trata del criterio de verdad pragmático, donde algo es verdadero por conveniencia, incluso si no tiene lógica, evidencia empírica o el sustento de una autoridad reconocida. Abunda en los discursos de las corporaciones multinacionales, en los discursos políticos y en muchos otros ámbitos. Las personas creen en lo que quieren creer, no en lo que es verdad. Y si alguno llegara a cambiar su opinión, es muy probable que la cambie por una nueva opinión que le convenga más.

En la película «No miren arriba» (2021) se ilustra muy bien que a las personas no les interesa la verdad sino la mentira que más les conviene. Sólo aceptan la verdad si les conviene, como en el caso del científico que señala la verdad, aunque bien podría hacerlo no para profundizar el conocimiento de la realidad sino para aumentar su prestigio científico.

Las formas de defender la propia verdad es apoyarla mediante argumentos, incluso aunque sean falaces, o atacar el argumento opuesto. Así, los antivacunas dicen: “Con las vacunas están haciendo experimentos como si fuéramos conejillos de Indias”, y los provacunas replican: “Para quienes están perseguidos con los experimentos en humanos, que sepan que la naturaleza hace experimentos permanentemente con nosotros desde que nacemos, sin hablar de los experimentos que hacemos nosotros mismos con las comidas o las automedicaciones, y muchos no salen muy bien”.

Y cuando los argumentos fallan, en última instancia alguien gritará más alto que el otro o apelará a la tortura o al lavado de cerebro. Es el momento donde la discusión llega a su fin.

Pablo Cazau