Qué es el amor

Para el psicoanálisis el amor es energía libidinal, para el conductismo una reacción innata, para el existencialismo una forma de dar sentido a la vida, para la termodinámica entropía negativa, para la química una reacción exotérmica (que libera calor), y para la biología una condición de la supervivencia.

Pero una teoría no puede atrapar este sentimiento tan escurridizo: el amor es un cristal con infinitas facetas, un eterno misterio para los psicólogos, un motivo para seguir viviendo, y hasta una razón para morir.

Si lo queremos definir como una sensación maravillosa podemos confundirlo con el erotismo; si lo entendemos como un dar al otro lo mejor que uno tiene para que reciba lo que más necesita, lo podemos confundir con la caridad; si lo tipificamos como querer a alguien a pesar de sus defectos, podríamos confundirlo con la compasión, y así sucesivamente, lo que viene a confirmarnos que intentar definir este sentimiento tan simple y tan complejo a la vez, es como querer agarrar con la mano un puñado de aire, de manera que siempre estoy tentado a renunciar a definir el amor: será mejor sentirlo.

A falta de definiciones aceptables, hay quienes recurrieron a comparaciones metafóricas. Lady Blessington decía, por ejemplo, que el amor en Francia es una comedia, en Inglaterra una tragedia, en Italia una ópera y en Alemania un melodrama. Otros lo compararon con un pegamento que se adhería al ser amado, con lo cual amar era como quedar pegado a alguien. Incluso la sustancia adhesiva amorosa se pega a cualquier cosa relacionada con la persona amada: un perfume, una canción o una confitería que inevitablemente la evocan.

Otros ven al amor como una planta que hay que regar diariamente para que siga creciendo, o por lo menos para que no se muera: la mujer en particular necesita que diariamente su hombre le demuestre su amor. “El tiempo que le dedicas a tu rosa hace que ella sea tan importante”, decía El Principito de Saint Exúpery. Tampoco han faltado quienes conciben al amor como una atracción mutua entre átomos. El átomo de cloro no anda por ahí buscando uno de sodio para formar sal, pero cuando lo encuentra ¡ha encontrado el amor de su vida! Tal lo que sucede con el amor: sabemos que en algún lugar nos encontraremos con el ser deseado, hasta que finalmente una mirada nos advierte que ya está junto a nosotros. Es lo que pasa con un billete de cien dólares: muchos no van por la calle mirando la vereda a ver si lo encuentran, pero si lo hallan por azar, la atracción será instantánea. Y ni qué hablar si se encuentran dos átomos de hidrógeno para formar helio, una reacción química que libera una enorme cantidad de energía. ¿Tal vez se trate del fogoso encuentro de los amantes?

Aunque no pueda encerrarse el amor en los estrechos límites de una definición o de una metáfora, podemos al menos identificar varios tipos de amor. Para Rochefoucauld hay una sola clase de amor, pero tiene mil copias diferentes, con lo cual presumiblemente hacía referencia al amor conyugal, al amor a los padres, al amor a los hijos, al amor entre hermanos, al amor entre amigos, el amor a uno mismo, el amor a la patria, el amor a la humanidad en su conjunto, el amor al psicoanalista, y hasta al amor a los animales.

Pablo Cazau

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