Todos los días estamos realizando diversas actividades. Algunas de ellas exigen que pongamos especial atención como por ejemplo cuando estamos cocinando un plato novedoso, cuando estamos estudiando, cuando estamos aprendiendo a bailar, cuando hablamos, etcétera. Son tareas en las que prestamos atención porque podemos equivocarnos, y vamos a llamarlas actividades atencionales.
Sin embargo, hay toda otra gama de actividades a las que no prestamos atención, y vamos a llamarlas actividades automáticas. El ejemplo típico es respirar, pero también sirven como ejemplo los actos de manejar, de caminar o de fumar donde muchos de nuestros movimientos son automáticos, es decir, los realizamos sin pensar demasiado.
Como podemos ver, algunas tareas exigen mucha atención, otras menos atención y otras que son completamente automáticas.
Sin embargo, ahora podríamos hacer una especie de experimento y convertir una tarea automática en una tarea atencional. Por ejemplo, podemos comenzar a respirar pero prestando una atención plena y especial al acto mismo de respirar.
Ustedes podrán decirme con justa razón “¿Y para qué serviría esto? Total, puedo respirar igual automáticamente y mientras tanto hago otras tareas útiles”. Es cierto, pero aún así podemos encontrarle a esta peculiar actividad al menos dos utilidades.
En primer lugar, prestar atención a nuestra respiración permite que podamos respirar mejor o de una manera que beneficie nuestra salud. En segundo lugar, y esto es lo que quiero resaltar como importante aquí, prestar atención a nuestra respiración hace que nos concentremos solamente en eso y desviemos nuestra atención de ciertas otras distracciones que nos acosan permanentemente. Por ejemplo, si estamos angustiados, ansiosos, deprimidos, enojados, encolerizados o doloridos, el hecho de concentrarnos solamente en nuestra respiración hará que dejemos de estar pendientes de todos esos estados mentales desagradables.
Claro que también podemos distraernos concentrando nuestra atención en trabajar. De hecho, esto es una de las bases de la laborterapia, ya que el trabajo es capaz de ahuyentar los pensamientos y las emociones negativas. Sin embargo, respirar tiene algunas utilidades especiales:
- a) Nos permite conectarnos con nuestro cuerpo, que mantenemos olvidado casi todo el día, y por tanto con nosotros mismos, otro gran olvidado.
- b) Es algo que podemos hacer en cualquier momento y en cualquier lugar. La respiración está siempre disponible porque va con nosotros a todos lados: viajando en un colectivo tal vez no podríamos trabajar.
- c) La respiración es un acto sencillo de atender. Podemos concentrarnos más fácilmente en nuestra respiración que concentrarnos en una tarea más compleja como preparar una nueva receta, estudiar un tema difícil o arreglar una pared. Además, la respiración es fácil de atender porque no es estresante sino todo lo contrario.
- d) Si practicamos diariamente concentrarnos en nuestra respiración iremos aprendiendo a hacerlo cada vez mejor y por más tiempo, lo cual nos habrá de servir mucho en situaciones críticas donde es necesario alejar los pensamientos y las emociones negativas (un examen, una enfermedad, un despido, un desengaño, etcétera) y, en general, todo otro factor de distracción. Estas distracciones pueden hacer incluso que hagamos mal la actividad que estamos realizando (estudiar, curarnos, buscar trabajo, buscar otra novia, etcétera), como cuando alguien dice “Me distraje y me olvidé de agregar sal a los fideos”.
La meditación no es otra cosa que el acto de concentrar nuestra atención plena en algo. En una meditación básica, este algo es nuestra propia respiración. Esta concepción de la meditación se inspira en varios sistemas de pensamiento. Entre ellos, el budismo cuando dice que “el secreto de la salud mental y corporal no es llorar por el pasado ni preocuparse por el futuro, sino vivir el presente con prudencia y serenidad” (Buda).
Una forma en que podemos aprender a concentrarnos en algo sin distracciones es practicar la meditación al menos una vez por día, comenzando con el siguiente ejercicio de meditación: “durante un cierto tiempo, por ejemplo un minuto, cerraré los ojos y me concentraré exclusivamente en mi respiración”.
En una primera etapa convendrá cerrar los ojos mientras se hace la meditación. Primero porque quedan anulados una gran cantidad de estímulos visuales que incrementan las probabilidades de distraerse, y segundo porque el acto de cerrar los ojos hace que nuestro cerebro comience a funcionar en un cierto régimen de tranquilidad y sosiego que disminuye la probabilidad de ser invadido por emociones desagradables o por la angustia. También resultará conveniente realizarla en un ambiente tranquilo, no obstante lo cual puede también hacerse mientras caminamos o mientras viajamos en ambientes más estresantes como un colectivo lleno.
En cuanto comenzamos con nuestros ejercicios de meditación con la respiración, casi inevitablemente nos distraeremos. Esto no debe alarmarnos: cuando aparece otro pensamiento o alguna emoción los aceptamos y a continuación vamos apartándolos suavemente concentrándonos nuevamente en la respiración.
Las distracciones que comprometen una buena meditación son típicamente los pensamientos negativos y las emociones desagradables, y pueden originarse en los siguientes estímulos:
1) Estímulos corporales, como por ejemplo las enfermedades o discapacidades severas. Estos pueden generar pensamientos negativos (“Me moriré. Esto es el comienzo del fin”) y emociones negativas (angustia).
2) Estímulos de la mente: por ejemplo alucinaciones, pensamientos negativos intensos y persistentes, etcétera. Una alucinación puede generar angustia y pensamientos negativos de tipo persecutorio (delirios). Los pensamientos negativos intensos y/o persistentes también pueden engendrar angustia y nuevos pensamientos (“No podré lidiar con mis pensamientos negativos”).
3) Estímulos del ambiente social: infidelidades, abandonos, fallecimientos, enfermedades de seres queridos, pérdidas de empleo, quiebras económicas, estafas, asaltos, etcétera. Una infidelidad, por ejemplo, puede generar el pensamiento “no soy digno de ser amado” o “nadie nunca podrá quererme”.
4) Estímulos del ambiente físico: terremotos, tsunamis, huracanes, naufragios, mucho calor o mucho frío, etcétera. Un huracán, por ejemplo, puede engendrar el pensamiento “ahora me quedaré sin casa y nunca más podré recuperarla”.
Cualquiera de estos estímulos suelen disparar emociones y sentimientos desagradables como la angustia o la depresión, y neutralizarlos es tarea primordial de la meditación. Tengamos presente que en el curso de una meditación nuestros pensamientos intrusivos pueden también producirnos emociones o sentimientos agradables (“mañana me encontraré con la persona que tanto amo”) o simplemente neutros (“ayer me di cuenta que Fulano usa anteojos”). En principio, tanto lo agradable como lo neutro deberá también anularse mientras se practica la meditación básica.
Los pensamientos o las emociones negativas pueden referirse a situaciones pasadas (“qué mal quedé con Fulano”) o a situaciones futuras (“en un mes mi enfermedad empeorará irremediablemente”). Las situaciones pasadas suelen generar sentimientos como el odio o el remordimiento, y las futuras angustia.
Pero, ¿por qué el ser humano suele imaginar situaciones futuras angustiantes, funestas y ominosas? Es posible que el ser humano sea la única criatura capaz de imaginar un futuro más o menos lejano. Presumiblemente, otros seres vivos como el perro tal vez no puedan concebir situaciones futuras más allá de lo que perciben en el aquí y ahora, es decir, no pueden hacer anticipaciones de sucesos posibles como su propia muerte o qué sucederá la semana próxima.
Ahora bien: tanto los perros como los seres humanos son capaces de identificar algo percibido actualmente como placentero o displacentero, gratificante o amenazante. En este punto podríamos arriesgar una conjetura: los seres humanos han extendido esta misma propiedad a los sucesos futuros, y entonces son capaces de concebir situaciones que aún no ocurrieron también como gratificantes y amenazantes. Obviamente hay aquí un error: no podemos tener la certeza de que eventos futuros sean muy placenteros o muy displacenteros.
El ser humano tiene la oportunidad de detectar tal error cuando, al llegar el momento imaginado, comprueba que por lo general sus deseos o temores no se justificaban. Y sin embargo, no aprende fácilmente de ese error, y sigue imaginándose situaciones futuras bien como muy gratificantes o como muy amenazantes, e imaginar una desgracia trae consecuencias más funestas porque el hombre entonces comienza a angustiarse por eventos que… ¡todavía no ocurrieron!…
“¡Cómo quisiera que hoy lunes fuera viernes para encontrarme con mi amada!” solemos pensar. Debe ser muy importante lo del viernes si estamos dispuestos a sacrificar cuatro días de nuestra vida, y perder la oportunidad de vivir el presente día a día.
La angustia y otros afectos sin embargo, no se presentan solamente cuando imaginamos eventos futuros, sino cuando recordamos ciertos eventos pasados como los traumas. ¿Conviene neutralizar las emociones negativas provenientes de un estímulo traumático, considerando que hay quienes sostienen que el trauma sólo puede elaborarse y resolverse reeditando o vivenciando una y otra vez la situación que originó el trauma? En algún momento volveremos para retomar esta cuestión.
Pablo Cazau