Sin escapar al dolor, pero sin perder la esperanza.

Pandemia y resiliencia- Reflexiones
Por Margarita Rodríguez Suárez

Cuando publiqué “Flores de plástico en un frasco de mayonesa – El re encuentro- Sobre resiliencia” en 2016, no imaginé que el concepto de resiliencia pudiera tener tanta difusión como la tiene hoy en día. Y cuando en el 2018 publicamos junto a Pablo Cazau “Fortalecidos, De vínculos resilientes” tampoco pensamos que tuviéramos que necesitar tanto de esta capacidad para atravesar adversidades. Estábamos en “la previa” a la pandemia que aparecería en el 2020 que nos trajo a nuestras vidas una situación jamás pensada. Luego de todo lo que hemos vivido en este corto lapso, nos reconforta haber podido llegar con nuestros aportes a algunas personas, muchas de ellas conociendo por primera vez el significado de “resiliencia”, otras reconociéndose resilientes y otras motivadas a mejorar su calidad de vida y para desarrollar más fortaleza para tiempos difíciles.

La pandemia ha aumentado la adversidad en el mundo, han aparecido circunstancias que jamás hubiéramos imaginado: enfermedades, muertes, pérdida de seres queridos, aislamiento, crisis económicas, pobreza, cambios de hábitos, desempleo, etc. Y en cuanto a las emociones, hubo (y hay) miedos, incertidumbre, tristezas, enojo, vergüenzas, dolor, sufrimiento, soledad y depresión, estrés y ansiedad, entre otras.

No podemos negar que todas estas situaciones externas nos han afectado, a algunos de una manera y a otros de otra. Pero, y recordando siempre a Epícteto, lo que nos perturba no son los hechos sino la interpretación que hacemos de ellos.

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El cerebro humano es creativo

¿Cuántas configuraciones diferentes podemos ver en la figura? Según Fox Dunn (en “Second book of Mathematical Bafflers”), existen al menos tres alternativas: 1) un cubito en la esquina de una habitación; 2) un cubo, visto desde arriba, al que le fue “mordido” un cubito; y 3) un cubito externo a un cubo. Esta prueba mide nuestra capacidad para examinar un problema desde diferentes perspectivas, lo cual a su vez es un indicador de creatividad.

Frente a un problema, muchas personas eligen la primera solución que se les ocurre, sin intentar examinar otras posibles soluciones entre las cuales podría estar la mejor. Cierta vez les planteé a mis hijos lo siguiente: “Ustedes van manejando un auto por una ruta de noche en medio de una tormenta feroz. Al costado del camino encuentran tres personas: su amor imposible, el amigo que una vez le salvó la vida, y una anciana en peligro de muerte que requiere cuidados urgentes. Si en el auto cabe solamente una persona más, ¿a quién llevarían?”.

Inmediatamente recibí respuestas del tipo “Con mi amor imposible, y la vieja que se joda”, y cuando todos dieron su opinión, volví a preguntarles: “¿Hay una solución mejor?” Indudablemente que sí: sólo basta con explotar esa parte dormida de nuestro cerebro que se llama creatividad.

Así, otra respuesta posible podría haber sido: “Le pido a mi amigo que lleve la anciana al hospital y yo me quedo bajo la tormenta con mi amor imposible”.

Mis hijos reconocieron que esa era una mejor solución, momento que aproveché para dejarles una enseñanza: siempre debe optarse por la mejor solución, no por la primera que se nos ocurra. Por ejemplo al casarse, al elegir una carrera, al irse de vacaciones, al mudarse, etcétera. A propósito, cuentan que cuando la NASA comenzó con el lanzamiento de astronautas al espacio, descubrieron que los bolígrafos no funcionarían con gravedad cero, pues la tinta no bajaría para poder escribir. Solucionar el problema les llevó a los americanos 6 años y 12 millones de dólares. ¿Y qué hicieron los rusos? ¡Utilizaron un lápiz!

Pablo Cazau. Diciembre 2012.