Hacerse la película

 

Solemos imaginar acontecimientos futuros de muy diversas maneras: es lo que se llama ratonearse o hacerse la película.

A veces los imaginamos amenazantes, peligrosos y hasta terroríficos como cuando imaginamos que, ante un simple atraso en nuestro pago, nos harán un juicio, embargarán nuestros bienes, quedaremos en la calle y viviremos por siempre como indigentes. También podemos imaginar que, ante cualquier síntoma, enfermaremos gravemente, sufriremos durante meses o años y finalmente nuestros seres queridos desconectarán el aparato que nos mantenía vivos. A estos funestos e imaginarios sucesos futuros los llamaremos fantasías temidas.

Nuestro cerebro es un sistema altamente complejo y, como tal, está muy expuesto a cometer errores. Una de sus funciones básicas nos permite anticipar peligros para poder evitarlos a tiempo, pero en este caso, una falla cortical anticipó peligros claramente exagerados.

Otras veces imaginamos el futuro en términos de acontecimientos deseables, agradables y hasta maravillosos como cuando imaginamos que, al saber que una persona a quien no vemos hace mucho ha intentado comunicarse como nosotros, nos convencemos que por fin ha llegado el amor imposible, iniciaremos un romance y viviremos felices por siempre. También podemos imaginar que, al citarnos el gerente de la empresa donde trabajamos, nos ofrecerá un ascenso y hasta podremos comprarnos la casa de nuestros sueños con jacuzzi incluido. A estos apetecibles e imaginarios sucesos futuros los llararemos fantasías deseadas.

Incidentalmente consignemos que las fantasías temidas o las deseadas no sólo aparecen durante la vigilia sino también mientras soñamos, no siendo las pesadillas otra cosa que las fantasías más temidas. La diferencia radica en que durante la vigilia tenemos un poco más de control voluntario sobre estos pensamientos negativos.

Sin embargo, la experiencia nos revela que tanto las fantasías temidas como las fantasías deseadas casi nunca suceden. Los acontecimientos imaginados no son tan terribles ni tan maravillosos tal como los habíamos concebido.

Las fantasías temidas tienen el gran problema que nos producen una angustia injustificada o inútil, no sólo porque lo imaginado casi nunca sucederá, sino porque, aunque suceda, está muy anticipada. ¿No es mejor angustiarse cuando lo terrible efectivamente sucede, que meses o años antes? Cierta vez una persona imaginó sucesos terribles y manifestó su angustia, entre otras cosas, en forma de palpitaciones, que no son más que una reacción neurovegetativa frente al peligro. Cuando a esa persona se le comunicó que las palpitaciones permitían enviar más sangre a los músculos y más oxígeno al pulmón con el fin de preparar al organismo para defenderse o atacar el peligro, y que esa función adaptativa no servía para nada porque aún faltaba tiempo para que el peligro apareciera, lo comprendió y las palpitaciones cesaron: no tenían razón de ser.

Las fantasías deseadas tienen la ventaja que nos permite estar ilusionados en vez de angustiados, pero presentan el gran problema de exponer a las personas a importantes frustraciones cuando el suceso maravilloso finalmente no ocurre o no era tan maravilloso.

¿Cuál es entonces la actitud que recomendaría el sentido común?

Frente a las fantasías deseadas, no suprimirlas pero acompañarlas de la idea de que son solamente fantasías, y que uno no debe ilusionarse demasiado. Imaginar cosas lindas para el futuro, incluso sabiendo que no ocurrirán (¿o sí?) es un motivo más para vivir y una inmejorable ocasión para no angustiarse con fantasías alternativas de carácter terrorífico.

Frente a las fantasías temidas, suprimirlas por injustificadas, pero reemplazarlas por fantasías temidas más realistas: es improbable que quedemos en la calle por una deuda impaga, aunque sí es probable que tengamos un pequeño dolor de cabeza para reunir el dinero. La angustía se reducirá considerablemente, lo que nos preparará para planificar adecuadamente nuestro enfrentamiento con el evento temido.

Fragmento de «La psicología cognitiva»

Pablo Cazau. Buenos Aires, Noviembre 2016.