Cuando alguien afirma algo y le preguntamos por qué afirma eso, puede fundamentarlo de tres maneras distintas: en base a los hechos, en base a la lógica, o en base a la autoridad.
Por ejemplo, si afirmamos que “siempre fracaso cuando emprendo algo”, podemos fundamentar esto de tres maneras:
a) En base a los hechos: “Porque todas las veces que emprendí algo fracasé”.
b) En base a la lógica: “Mis fracasos son una consecuencia lógica de mi personalidad. Yo soy así”.
c) En base a la autoridad: “Mi papá me dijo que yo siempre fracasaría, y él siempre tiene razón”.
Si nos basamos en los hechos, deberíamos preguntarnos por qué siempre estamos fracasando, y tal vez respondamos con el segundo criterio (“porque soy así”).
Si a su vez respondemos “porque soy así”, es muy probable que ello se deba a que de niños nos convencieron que siempre fracasaríamos.
Los niños adhieren a creencias en base a la autoridad: todo lo que ellos creerán es porque se los dijeron sus padres. No tienen la suficiente experiencia de vida para fundamentar sus creencias en base a los hechos, ni han desarrollado lo suficiente su inteligencia como para hacer un razonamiento deductivo y, por tanto, para fundamentar sus creencias en base a la lógica.
Moraleja: revisa tus creencias, y especialmente aquellas que te impiden desarrollarte y ser feliz.
Pablo Cazau