La manipulación de la mente

Por Pablo Cazau

 

Llamamos manipulación de la mente a la modificación por parte de alguien de los pensamientos y emociones de las personas, con o sin su consentimiento y más allá de si tal modificación es benéfica o perjudicial para ellas.

En principio, existen al menos tres formas de manipular la mente de las personas: a través de la acción, del pensamiento y de la neurotecnología.

1) La forma habitual de manipular la mente es mediante la acción, es decir, algo que hacemos o decimos para influir sobre la mente de otros. Esto lo saben bien los educadores, los vendedores, los políticos, los líderes de las sectas, los cónyuges y los amigos, entre muchos otros.

2) También se podría manipular la mente mediante el pensamiento utilizando la telepatía, una facultad cuya existencia todavía la ciencia no ha podido confirmar ni refutar. La mente es como una carta: si se pudiese leer, también se podría modificar agregándole o quitándole ideas o sentimientos.

Algunas personas creen que los psicólogos leen la mente pero en realidad, ellos sólo conocerán lo que les mostremos, incluso sin que nos demos cuenta de lo que mostramos.

3) En los últimos tiempos la neurotecnología se muestra potencialmente capaz de reconfigurar lo que pensamos o sentimos. En la película El eterno resplandor de una mente sin recuerdos, una pareja que se separa decide someterse a un tratamiento donde les borran todos los recuerdos de su relación. Esta ficción parece comenzar a hacerse realidad con las neurotecnologías, que pueden ofrecer resultados médicos beneficiosos pero también ofrecer otros más polémicos vinculados a la violación de la privacidad y la libertad de pensamiento. Concretamente, se trata de tecnologías capaces de leer y modificar directamente tu mente a partir de tus ondas cerebrales o del funcionamiento de las neuronas, haciendo incluso –sin que te des cuenta- que aparezcan pensamientos o emociones que no son tuyos, y biografías que nunca viviste.

PC

Qué son los pensamientos

 

Como el pensamiento es básicamente una actividad representativa, aclaremos este último concepto. Cuando vemos un árbol se nos está ‘presentando’. Al momento siguiente ya no está más, sea porque nos interesó otro objeto, porque nos desagradó ese árbol, o porque nos fuimos de ese lugar. Sin embargo, ese árbol quedó registrado mediante una ‘segunda’ presentación llamada justamente representación. Típicamente esta representación es una huella mnémica en la mente, aunque también podría haber quedado re-presentado mediante una foto, un dibujo o la misma palabra ‘árbol’ escrita en un papel.

Los pensamientos son la forma en que nos representamos algo real o algo como lo imaginamos, y constituyen la esfera de lo cognitivo. Los pensamientos son representaciones acerca de nosotros mismos, de los demás o del mundo en general. Pueden representar objetos (me imagino un gato) o acciones (me imagino acariciando un gato). Ejemplos de pensamiento son las imágenes sensoriales, recuerdos, fantasías, sueños, ideas, proyectos, prejuicios, creencias, escalas de valores, razonamientos, hipótesis, teorías, etcétera. El pensamiento no es otra cosa que la creación o transformación de representaciones mentales. El pensamiento es el proceso por el cual la mente representa objetos externos mediante objetos internos y somete a éstos últimos a diferentes cambios. Esos objetos internos los llamamos representaciones mentales, o simplemente representaciones.

Desde ya hay pensamientos más complejos, como una teoría científica, derivados de otros pensamientos más simples como la imagen de una estrella. Así como los objetos externos no están aislados y se relacionan entre sí por estar cerca, por influir unos sobre otros, etcétera, así también las representaciones mentales tienden a unirse formando cadenas y redes. A veces estos complejos representacionales son bastante fidedignos en cuanto intentan más o menos representar al mundo de los objetos externos (por ejemplo un recuerdo o una teoría científica), pero otras veces siguen sus propias reglas y ya no representan la realidad externa (por ejemplo los sueños, los chistes, las fantasías, que suelen expresar el mundo según nuestros deseos o nuestros temores).

Las relaciones que se establecen entre las representaciones pueden ser lógicas (como cuando unas se deducen o infieren de otras: “Si A se parece a B, entonces B se parece a A”, o como cuando hay relaciones de inclusión: “las manzanas están dentro de las frutas”). Las relaciones pueden también ser asociativas (representaciones que unimos por contigüidad, por semejanza, por causa-efecto, etcétera). Hay relaciones especiales como las narrativas, que incluyen las anteriores.

Fragmento de Cazau Pablo, «El territorio de la psicología»