Todos los días estamos realizando diversas actividades. Algunas de ellas exigen que pongamos especial atención como por ejemplo cuando estamos cocinando un plato novedoso, cuando estamos estudiando, cuando estamos aprendiendo a bailar, cuando hablamos, etcétera. Son tareas en las que prestamos atención porque podemos equivocarnos, y vamos a llamarlas actividades atencionales.
Sin embargo, hay toda otra gama de actividades a las que no prestamos atención, y vamos a llamarlas actividades automáticas. El ejemplo típico es respirar, pero también sirven como ejemplo los actos de manejar, de caminar o de fumar donde muchos de nuestros movimientos son automáticos, es decir, los realizamos sin pensar demasiado.
Como podemos ver, algunas tareas exigen mucha atención, otras menos atención y otras que son completamente automáticas.
Sin embargo, ahora podríamos hacer una especie de experimento y convertir una tarea automática en una tarea atencional. Por ejemplo, podemos comenzar a respirar pero prestando una atención plena y especial al acto mismo de respirar.
Ustedes podrán decirme con justa razón “¿Y para qué serviría esto? Total, puedo respirar igual automáticamente y mientras tanto hago otras tareas útiles”. Es cierto, pero aún así podemos encontrarle a esta peculiar actividad al menos dos utilidades.
En primer lugar, prestar atención a nuestra respiración permite que podamos respirar mejor o de una manera que beneficie nuestra salud. En segundo lugar, y esto es lo que quiero resaltar como importante aquí, prestar atención a nuestra respiración hace que nos concentremos solamente en eso y desviemos nuestra atención de ciertas otras distracciones que nos acosan permanentemente. Por ejemplo, si estamos angustiados, ansiosos, deprimidos, enojados, encolerizados o doloridos, el hecho de concentrarnos solamente en nuestra respiración hará que dejemos de estar pendientes de todos esos estados mentales desagradables.