El pasillo del sufrimiento

Desde hace mucho tiempo Juan vive en una confortable habitación donde disfruta de cierto bienestar. El único problema es que la habitación no tiene techo, y Juan sabe que alguna vez pueden llegar tormentas eléctricas, granizos, huracanes, inundaciones, calor extremo, frío extremo, y hasta radiactividad, todo lo cual podría afectar seriamente su salud produciéndole ahogos, traumatismos craneales y cáncer.

La única forma de salir es a través de una puerta que conduce a un pasillo que lo llevará a una nueva habitación con techo, bastante más segura y confortable. El problema es que atravesar ese pasillo supondría un importante sufrimiento, y entonces decide quedarse en la habitación donde estaba. Total, hasta ahora no ocurrió ninguna catástrofe.

Y así vamos por la vida: el alcohólico, el fumador o el amante de los dulces disfruta de un relativo bienestar pero no se anima a cruzar el pasillo de la abstinencia y así poder llegar a una habitación donde estará más seguro y confortable. Sólo lo hará cuando por arriba entre smog y radiactividad produciéndole cirrosis, cáncer y otros males. El que le tiene terror al médico tampoco visitará al galeno porque ello implica gran sufrimiento por “lo que puede decirle” sobre su salud. Y entonces decide quedarse en su habitación original.

Conectarse con el dolor no significa hacerse masoquista, sino poder juntar la fuerza necesaria para cruzar el pasillo del sufrimiento, y para poder armar una estrategia para que el dolor no sea tan intenso como ir acompañado de alguien, o como hacer algo que le permita atenuar la abstinencia.

Pablo Cazau